La mejoría
del Puebla ha sido vista, y de aquí a Monterrey. Un esquema sobrio, sereno y
con personalidad, como se debe jugar a equipos que, a todas luces, se visten
mejor. Segundo partido que se define en la agonía de los noventa, segundo punto
en dos partidos y segundo –casi- infarto en, aproximadamente, siete días.
Las
visitas a campos del norte, en los últimos años, se han convertido en afrentas
difíciles –y casi imposibles- para todos los equipos de nuestro balompié. Aunado
a esto, al equipo de la Franja se le sumaba la irrefutable malaria de enfrentar
a un cuadro rayado al que no vence, en feudo regio, desde hace veinte años. Los
focos de alerta se podían encender, con mayor razón, si se llegaba a cumplir el
fatal vaticinio.
El cuadro
que salía al campo, suponía, una propuesta arriesgada en el ‘costo-beneficio’.
Fiel a su estilo, Don ‘Manolo’ no arriesgaría un ápice de dignidad defensiva
por priorizar el ataque. El once titular avisaba dos de aquellos clásicos
movimientos, de antaño, que tanto gustan al técnico camotero; basados en la
tenencia de la pelota, la transición de cuatro a cinco defensas encontraba
nombre en Brayan Martínez; un tipo que podía ofrecerte esa doble función con
mayor idea que Pablo González, un volante
de contención nominal, quien fue el sacrificado.
La idea,
en principio, era buena; terminó siendo –casi- perfecta. El equipo se plantó
con el oficio que tanto se buscó desde el torneo anterior; ese mismo aplomo que
hace tomar, con mayor seriedad, al cuadro de la Angelópolis. El desarrollo del
partido fue adecuado, con personalidad y peligro. Incluso daba la impresión de
un cuadro rayado que, desde el inicio, pensaba en cumplir con un trámite que se
fue atascando con el pasar de los minutos. El cuadro poblano se hacía con la
pelota y, de los veintidós, Alustiza se convertía en el hombre de mayor peligro
– con sobrada razón-. El resultado era obvio: gol provocado por ese descaro tan
peculiar y digno de aplauso.
La
desgracia llegaría con el tiempo cumplido, ese don maldito tan propio de
nuestra prosapia y nuestra playera, y el semblante de los que estaban en el
campo como los que estábamos en nuestras casas –lo puedo asegurar- era el
mismo.
La
victoria, en lo personal, se encuentra en saber que desde ahora los equipos
están mentalizados en esa peculiaridad que, con el pasar de los partidos, les
iremos recordando. Somos el Puebla.
Dos puntos,
con sabor a cuatro.
@DonKbitos
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